En gran parte de América Latina, cuando alguien habla de amor ya no recurre a la poesía, sino a la letra de un bolero, pues ahí encuentra las palabras precisas para expresar una pasión o para reconocer el triunfo y el desdén. El bolero se ha convertido en la forma más generalizada de expresar amor, desamor, ternura o desencanto.
Los artífices de este particular código del enamoramiento fueron los compositores del Caribe. Sus letras capturan la esencia de los sentimientos para transformarla en patrimonio musical de la humanidad. Rafael Hernández, Pedro Flores, Bobby Capó, Sergio de Karlo, Pedro Junco, Benito de Jesús, son los nombres de algunos de los que supieron encontrar en el poder musical de este son, que traduce las emociones en sonidos salerosamente melosos.
De la zona cálida y sensual de las Antillas se irradió la fuerza creativa del bolero. Pasó a La Habana y luego a Yucatán, donde el bolero cubano fue adoptado por músicos y letristas de la península mexicana. Guty Cárdenas, uno de los compositores yucatecos cautivados por el género, llegó a la Ciudad de México en 1927 para participar en el Festival de la Canción que organizaba el Teatro Lírico. Su composición Nunca fue un verdadero éxito. Tanto impresionó Agustín Lara al joven pianista que la frase yo sé que nunca besaré tu boca se metamorfoseó en su composición: Yo sé que es imposible que me quieras.
El 1929 otro bolero causó furor: Negra consentida, de Joaquín Pardavé, y en 1930 aparecieron Mujer y Rosa, que dieron a Lara el reconocimiento absoluto como gran compositor del género. La inauguración en México de la radiodifusora XEW, La voz de América Latina, marcó el establecimiento, la popularidad y la difusión del bolero y de sus intérpretes. En esta primera etapa los más conocidos fueron Alfonso Ortiz Tirado, Juan Arvizu y Néstor (Mesta) Chayres.
El mariachi tampoco se salvó. A fines de la década de 1940, alejándose de expresiones netamente camperas, se llenó de inspiración urbana y nació el bolero ranchero. Amorcito corazón, de Manuel Esperón y Pedro de Urdimalas, fue el primero que se grabó. Grandes intérpretes fueron Pedro Infante, Jorge Negrete, Emilio Gálvez, Javier Solís y Amalia Mendoza. No se limitó a la década de su florecimiento: Lucha Villa, Vicente Fernández y Juan Gabriel son unos cuantos de sus seguidores actuales.
El ritmo, la música y la letra del bolero conjugan la sensibilidad latina. En todos los hogares latinoamericanos, ya fuera con vitrola, fonógrafo, gramófono, sinfonola, rocola, tocadiscos o radio se nos regaló el grito frívolo de la bohemia: Tú me acostumbraste/A todas esas cosas/Y tú me enseñaste/Que son maravillosas/Sutil llegaste a mí/Como una tentación/Llenando de inquietud/Mi pobre corazón.
En el restaurante modesto, en el patio común de la vecindad, mientras se lavaba la ropa o al volante de un autobús, la música del bolero penetró la cotidianeidad: Es que te has convertido/en parte de mi alma,/ya nada me consuela/si no estás tú también. En las noches templadas de esta América nostálgica, noches de seducción y poesía, se escuchaba en todo salón de baile: Es pasión, delirio de estar contigo/Y yo soy dichoso mi bien/porque me quieres también/Porque en ti se encierra toda mi vida. Envuelta en luces tenues, frente a un vaso de ron, una voz melancólica susurra: Pasarán más de mil años muchos más/Yo no sé si tenga amor la eternidad/Pero allá tal como aquí en tu boca llevarás/Sabor a mí. Atraído por una piel morena enfundada en un ajustado vestido rojo carmesí, el rendido amante canta la súplica vehemente: Bésame, bésame mucho,/como si fuera ésta noche la última vez/Bésame, bésame mucho,/que tengo miedo perderte, /perderte después.
Como el Ave Fénix, Olga Guillot, quien tristemente murió el 12 de julio de 2010 a los 87 años, renació varias veces de sus cenizas. La popular cantante de origen cubano fue la intérprete de boleros más escuchada de todos los tiempos. ¿Quién no ha escuchado cierta vez alguna de sus maravillosas interpretaciones?
Olga inició su carrera en 1938 al lado de su hermana Ana Luisa, el dúo Hermanitas Guillot, que se presentó con rotundo éxito en la radio cubana. Luego vino la fama internacional. Salió de Cuba para lucirse en escenarios de toda América Latina. Al igual que Celia Cruz, siempre se mostró contraria al régimen de Fidel Castro. Permaneció exiliada en Caracas al principio de la década de 1960-1970 acogida por otra gran cantante cubana: Renée Barrios. Años después se radicó en nuestro país donde ya gozaba de gran popularidad, y estableció su residencia hasta el día de su muerte en la Ciudad de México.
Grabó 60 discos a lo largo de toda su carrera y su voz hizo famosos una infinidad de boleros compuestos por Frank Domínguez, María Grever, Luis Demetrio, José Alfredo Jiménez y Armando Manzanero. Cantó junto a Los Panchos y fue madrina de José José. Participó en 16 películas.
Recuerdo con orgullo a Olga Guillot porque ella, como nadie más, sintetizó influencias de diferentes naturalezas y procedencias. Heredó de sus profesores, la soprano Hortensia Cohalla y el cantante Mariano Meléndez, el gran manejo de su voz.
Recuerdo una cena años atrás en la que Llilian Llanes –autora del libro Casa de la vieja Cuba y fundadora del Centro Cultural Wilfredo Lam de La Habana- me contó lo magnifico que era ver a Guillot cantar en vivo: Escucharla es realmente una experiencia inolvidable. Desde el momento en que aparece en escena, la atmósfera se transforma. Va conquistando al más renuente con su encanto personal, con la pasión de cada uno de sus movimientos, con la fuerza de su carácter. Micrófono en mano, mueve su cuerpo lentamente. Guarda el ritmo ayudada por sus característicos tacones, y en la estrofa más álgida siempre sacude la cabeza y posiciona sin miedo su mirada tristona en el horizonte.
Es indudable que el bolero tomó su singular protagonismo a través de intérpretes como Olga Guillot. Su estilo, aggiornado por
una almidonada cabellera y unas manos perfectamente manicuradas, marcó esa época en la que el bolero llegó a enormes niveles de
popularidad. Tan fue así que los entendidos nunca dudaron en referirse a ella como La Reina del bolero. De
su música permanecerá la fanfarria tan característica del final de sus interpretaciones. Mientras la Guillot cantaba sostenía la
nota al final. Una nota que la mantendrá por siempre viva en la historia de la música popular de nuestro continente.
Rodolfo Vera Calderón.
Aporte: Armando Musical
Canciones con Olga Guillot en otros aportes:
• La gloria eres tú.